10 de noviembre de 2007

Una ñapa de Fabrizio


N. de R.: Acaba de salir en la revista 'El Librero' de Sergio Dahbar una entrevista que hice hace meses a un escritor mexicano, Fabrizio Mejía Madrid, que por su edad todavía califica para el adjetivo 'novel' y por su talento merece el de 'promisorio'. Como lo anunciaba su última novela, "El rencor", resultó un tipo simpático y ocurrente. El libro es una delicia. Pero la égida del espacio llevó a podar en la revista buena parte de la nota inicial. Así que la publico aquí en su versión original.

“MI IDEA DE UNA BUENA LITERATURA ES LA QUE HACE REÍR”

De Jorge Ibargüengoitia a Carlos Monsiváis, y de este a Juan Villoro, se le puede seguir la pista a una estirpe de escritores mexicanos que han hecho del humor negro, de la ocurrencia y del juego de palabras, efectivos pretextos para la reflexión. Todos ellos, por cierto, fueron y son cronistas a la par que ensayistas, cercanos al periodismo –cosa que no necesariamente los enaltece pero, para ratificar la solidez de sus méritos, tampoco los desmedra- , que en su obra literaria apelan al reporte histórico documentado como condimento de la ficción. ¿O será al revés?
Así pasa con Fabrizio Mejía Madrid (Ciudad de México, 1968), seguro sucesor en la línea dinástica. “Me dedico a hacer chistes”, define su oficio y con ello, aunque no lo parezca, califica su literatura, en vez de minimizarla. Ha sido colaborador regular de la prensa más hip de México, como las revistas Gatopardo, DF por Travesías, Chilango; de la más canónicamente progresista, como la revista Proceso, el diario La Jornada y el suplemento El Ángel del diario Reforma; pero además de escribir para estar en algo, trabaja mucho para publicar crónicas y novelas. Su penúltima novela, Hombre al agua (Editorial Joaquín Mortiz, México 2004), le valió una traducción al francés y los cinco mil euros del premio Antonin Artaud de Narrativa en 2004. Y su obra toda, contenida hasta ahora en cinco volúmenes, le acreditó entre sus colegas para ser incluido este año en la lista Bogotá 39, una selección de los 39 escritores menores de 39 años más prometedores de América Latina, a juicio de su jurado –con Héctor Abad Faciolince a la cabeza- y de la organización del Hay Festival en Colombia. Señalado ahora como prospecto, despacha las expectativas en torno a su obra con otra humorada, aunque prestada: “Hay una frase de Julio Torri, un escritor mexicano de principios del siglo XX, que decía que en México se pasa con mucha facilidad de joven promesa a viejo pendejo. Eso es lo que se siente ser joven promesa”.
En Hombre al agua (p.13), Mejía escribe: “Las respuestas son sencillas: separadas se llaman envidia y miedo. Juntas (¿no lo adivinan?), el rencor. Nada como esas dos sensaciones para que el mundo se mueva. ¿Por qué? Porque son dos sentimientos que nunca encuentran satisfacción de inmediato, sino que requieren de un plan para liberarse”. La frase no sólo anticipa el título de su siguiente y más reciente novela, El rencor (Editorial Planeta, México 2006), sino que además sugiere algunas claves para la comprensión de la historia política de Venezuela y ¿por qué no? de América Latina. Y justamente en El rencor, llegará luego a completar un paneo cuanto más hilarante, más descarnado, de ese régimen de verdades a medias, pillerías cantinfléricas y violencia ocasional cuyos derechos de autor cobró con largueza el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en 70 años de poder consiguió patentar, a decir de Mario Vargas Llosa, “la dictadura perfecta” a pesar o justamente a propósito de tanta chapucería.

A estas alturas de las referencias, debería haberle quedado claro al lector venezolano que el parentesco de Mejía con Monsiváis, Villoro y compañía no se remonta sólo al uso del humor como herramienta de la inteligencia, sino además a la lucidez. Una lucidez que ya estaría haciendo falta en Venezuela para entender lo que le ocurre. Si bien no se puede decir que tal sea un propósito explícito del escritor mexicano, ya estuvo en predios criollos en ocasión de una Bienal de Literatura de Mérida o, más recientemente, en Caracas a propósito de un taller de crónicas con la Fundación Bigott. Producto de la primera visita resultó una crónica deliciosa y ¿qué más? hilarante, como un viejo guión de Woody Allen, sobre una carrera de taxi que lleva a Mejía del aeropuerto de Maiquetía a la Ciudad de los Caballeros. Un agudo boceto de los tiempos de polarización en Venezuela.

Menudo y nervioso, Fabrizio Mejía Madrid, a punto de pasar de un tirón desde el nicho de las promesas a escritor de culto, se sienta, lidiando con su nueva aureola de esperanza de la literatura latinoamericana, en el café de un hotel desangelado en la Colonia Juárez de Ciudad de México.

-En pasajes de El Rencor se hace imposible contener las carcajadas. ¿Te sientes decepcionado porque alguien se ría mientras te lee?
- No, al contrario, es para eso. Mi idea de una buena literatura es una literatura que te hace reír.

- ¿Es necesario el humor negro para relatar a México?
- Sí. Yo creo que Octavio Paz se equivocó en la idea de que México gira en torno a la muerte; en todo caso, yo le agregaría la risa a la muerte. El humor negro es parte de los requisitos para estar en México y sobre todo para sobrevivir en la Ciudad de México. Además, yo soy el tercer hijo de un matrimonio, y como tercer hijo y último me tuve que defender de mis hermanos, creo que por ahí también puede explicarse la necesidad de desarrollo del humor negro, porque no es un talento, es una cosa que se desarrolla.

-En el chilango hay una chanza permanente, un sarcasmo que uno no termina de comprender pero que llega a hacerse simpático.
- Sí, allí hay varios niveles del lenguaje, lo que se dice puede tener ese sentido pero puede tener también otros tres más, depende de con quién estés hablando. Esa capacidad de distanciarse del propio lenguaje es lo que permite a la gente sobrevivir en la Ciudad de México. Porque la Ciudad de México no se soporta si no se vive como una película, como una película que estás viendo. Sin esa distancia paródica, no aguantas. Por eso la Ciudad de México no tiene novelistas ni compositores que sean trágicos. Tiene puros novelistas y compositores paródicos.

- Pero junto a tanta exigencia de la ciudad, también parece que hubiera un cierto prestigio en adentrarse en los códigos y contraseñas de la metrópoli.
-Es que la Ciudad de México es para la república como Nueva York para la costa este de Estados Unidos. El orgullo es quedarse, el orgullo es sobrevivir ahí, en una ciudad con esas condiciones tan difíciles. Con un extra: ahora que vino Spencer Tunnick, se supo que Barcelona tenía el récord de 7.500 personas encueradas para sus fotografías; pues ahora México lo tiene con 18.000. Yo fui. Y había una especie de orgullo de romper el récord, porque la Ciudad de México se mira siempre a sí misma como algo extraterritorial, que está ligado mucho más a otras ciudades que al país mismo. Somos extraterritoriales a un país que sigue pensando en la guerra de los Cristeros, en el país de los rezos, que son Guadalajara y Monterrey, ciudades mucho más conservadoras, donde perduran valores familiares, católicos. La Ciudad de México siempre ha sido una especie de islote asequible de la supuesta modernidad.

- Se habla de una nueva ola de escritores mexicanos. ¿Te sientes parte de un movimiento?
-Yo no creo. Si algo dice la lista de Bogotá 39 es que hay mucha diversidad. Hay gente que se dedica a la novela histórica, o a la novela intimista, o a la novela de ideas que es el caso de Jorge Volpi, o a lo que sea que haga Álvaro Henríquez, que siempre he creído, cuando leo a Álvaro, que soy más tonto de lo que creo. Yo estaba leyendo la novela de Guadalupe Nettel que salió en Anagrama y es una novela gótica. No tiene mucho que ver ni con Álvaro, ni con Volpi y yo creo que tampoco conmigo.

- Pero la circunstancia generacional hace que compartan un espacio.
- Hace poco, en un encuentro que hubo en Barcelona de escritores jóvenes latinoamericanos, organizado por Sergio Ramírez, estábamos tratando de encontrar algún tipo de coincidencias entre nosotros. Yo proponía que la coincidencia de los escritores nacidos, digamos, a finales de los 60 y principios de los 70 era que teníamos una infancia comiendo con la televisión, y yo creo que esa es la única manera de definirnos: una generación que ya no comía con la abuelita, sino con la televisión.

- A pesar de que el texto mueve a risa, el título promete amarguras: El rencor. ¿Por qué hacer énfasis en el resentimiento?
- Porque es un sentimiento muy acendrado en los mexicanos. Tú nunca vas a tener a un mexicano que elogie a otro. Si lo va a elogiar, porque es su amigo, por ejemplo, lo hará pero siempre con un dejo de rencor. Porque hay una especie de imaginario donde a los mexicanos se nos debe algo. Hay un sentimiento de deuda con los españoles, con los norteamericanos que nos quitaron la mitad del territorio, hay un sentimiento de que alguien nos tiene que pagar la deuda, la Virgen de Guadalupe, no sé quién, pero lo tiene que pagar. Ese sentimiento genera que México no sea, a pesar de las apariencias de amabilidad, de cortesía, un país que se entregue de inmediato. Es más: nunca lo vas a entender. Ni nosotros lo entendemos, porque tiene ese ingrediente del rencorcillo. A lo mejor le he debido haber puesto a la novela El Rencorcillo, en diminutivo, porque no es un rencor absoluto, es un rencor por algún episodio que a lo mejor ni siquiera nos tocó a nosotros.

- ¿Entonces por qué preferiste, si acaso fue una opción, ubicar la novela en la época del priísmo? ¿Acaso ese rencor no sigue ahora vigente? Las elecciones del 2 de julio de 2006 y la competencia entre las opciones de Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador parecían muy cargadas de rencor de unos mexicanos hacia otros.
- El planteamiento del libro es que abarcara la historia del PRI desde los años 40, que es cuando realmente nace el PRI, hasta el asesinato de su candidato en 1994. La revolución institucional es el término con el que los revolucionarios que acaban de dejar las armas, que acaban de dejar los rifles, sintetizan lo que quieren hacer: un país que cambie pero que sea estable. Pero, con respecto a tu pregunta, me parece que sí es cierto que el priísmo no es una cosa privativa del PRI, sino que es una cultura política que abarca al PAN, al PRD, a todo el mundo aquí. Así es el priísmo: buscábamos la justicia para todos pero, como no se pudo, pues va a ser la justicia para mis amigos, para mis familiares, para mis correligionarios del momento. Esa idea sin duda trasciende al PRI. Pero yo ubiqué la novela hasta 1994 porque fue la primera vez después de casi 70 años en que un candidato a la presidencia era baleado y había que sustituirlo. Para Ibargüengoitia, el asesinato de Álvaro Obregón en 1928 fue así como la magia de un tipo que puede llegar a enseñarle una caricatura al caudillo de la revolución y matarlo por la espalda en un restaurante después de que habían comido mole y tomado cerveza. Y a mí me parece que 1994 es mágico y encantador precisamente porque matan al candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, y la propia maquinaria del priísmo pudo crear a otro candidato y ganar la elección sin problemas.

-Una maquinaria poderosa, sin duda.
- Sí, pero también se tenía una idea de que el PRI era perfecto, que lo controlaba todo, tenía las mejores informaciones de inteligencia, maniobraba, calculaba y… La verdad es que no. En realidad podía ser un régimen muy represivo en muchos casos, sobre todo con la oposición de izquierda, pero la idea mía era como despojarlo de ese talento que le atribuimos por los 70 años de estabilidad y hacerlo un poco más real. Tratar de despojarlo de ese carácter de padre magnánimo y más bien pensar en tu padre como alguien criticable, con taras, con prejuicios.

-Los personajes que nombras en tus libros, ¿son reales, históricos?
-Todos son personajes reales. El escritor que más admiro, de los que están muertos, es Jorge Ibargüengoitia, que hacía humor con los datos reales. Es lo que yo trato de hacer todo el tiempo. En el caso de México, y creo que de muchos de los países de América Latina, para dar risa no es necesario inventar la historia, simplemente hay que documentarse.

- ¿Cuáles fueron esos personajes?
- No sé cómo hacen las demás gentes, pero para mí, cuando se me ocurre la idea de hacer una novela, es como si hubiera visto un rompecabezas que son todas las novelas que me gustan y que he leído, y de pronto digo que falta una, hay que hacer esa pieza que falta. Bien: estaba yo leyendo una cosa que es genial, que son las memorias de Gonzalo N. Santos, un hombre que estuvo al final de la Revolución Mexicana, que se aprovechó inmensamente del poder que le daba ser un supuesto héroe de la Revolución Mexicana, imagínate que en algún momento fue gobernador del estado de San Luis Potosí, líder de la Cámara de Diputados, senador, candidato a un distrito electoral; era todo. Durante muchos años manejó a la perfección este sistema priísta de la zanahoria y el palo. Sus memorias son de tal nivel de cinismo, están tan llenas también de anécdotas, aforismos, metáforas de la política mexicana, que me quedé diciéndome que había que hacer una novela que retratara a un personaje que habla con esta libertad acerca de las suciedades de la política. Él ni siquiera habla en términos de, digamos, “hicimos esta porquería porque era necesaria”, sino simplemente, “hicimos esta porquería porque podíamos hacerla”. Ese es el personaje del Licenciado X, una combinación entre Gonzalo N. Santos y otros héroes de la estabilidad como Jesús Reyes Heroles, como Arturo Durazo, que están en la frontera entre la política y la delincuencia. En el caso del narrador, partí de alguien que se dio a conocer en el fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Era un priísta joven al que llamábamos El bebesaurio; no le podíamos llamar “dinosaurio” por la edad, pero creía todas las máximas del priísmo, y fue fotografiado por los medios corriendo con una urna que estaba llena de votos a favor de Cuauhtémoc Cárdenas y fue y la quemó. A mí me sorprendía mucho porque era mi amigo, yo lo conocía porque habíamos estado juntos en la universidad, y me sorprendía cómo un tipo de esa edad podía ser tan priísta… El narrador está basado en él. Por cierto, ahora El bebesaurio es colaborador del gobierno de la Ciudad de México, se pasó al pejismo (corriente del PRD cercana al ex candidato Andrés Manuel López Obrador, N. de R.), digamos.

-¿El libro generó alguna reacción en el PRI?
- Los priístas leen, cosa que echamos de menos ahora con el PAN en el poder. A finales del año pasado, en la inauguración del museo de Monsiváis, aquí en el centro de la ciudad, estaba María de los Ángeles Moreno, que en algún momento fue presidenta del PRI, senadora de la República, una mujer muy respetable. Cuando vio que yo era quien había escrito la novela se acercó y me dijo: “Tengo que hablar contigo porque esa novela está mal”. Le dije: “¿Qué? ¿Me pasé, senadora?”. Y ella me respondió: “No, era peor”, ja, ja, ja… Creo que me quedé corto hasta desde el punto de vista de los propios priístas.

-Para esas referencias históricas, ¿haces alguna investigación específica o es data que vienes acumulando con el tiempo?
-Lo que pasa es que yo tengo dos manías. Una es, digamos, la del periodista, la de ir a todos lados, hablar con la que violaron, con la hermana de la que violaron, una costumbre que me parece que se ha perdido. Por el internet o no sé por qué, ya los periodistas no van al lugar, confían en la información de alguien más, en la red, en la tele. Yo tengo esa manía de estar en los lugares donde están pasando las cosas. Pero como novelista mi manía no es tanto investigar sino que tengo ciertas obsesiones con algunas cosas, con algunos temas, que siempre están vinculados a México aunque tienen que ver también con ideas generales o apreciaciones generales sobre las cosas, y voy acumulando libros; yo visito mucho las librerías de viejo y tengo ciertos temas… Por ejemplo, hay un libro que se llama Historia de la Navegación en la Ciudad de México porque, sí, desde 1325 hasta que se alcanza a desecar el lago, a principios del siglo XX, México fue un lago, una ciudad que Bernal Díaz del Castillo le dice Venecia… La historia de que la ciudad es navegable en todo momento, de que puede ser navegable en las calles actuales… Es mi tipo de obsesiones. Voy coleccionando cosas, libros y de pronto hay un clic, y digo “¡Claro, esa historia no se ha contado, la tengo que contar yo!”. Siempre es una historia chambona, siempre es una cosa que no sale, los personajes quieren algo que no les resulta. Porque al fin así es como veo yo esta especie de primates que hablan y andan por el mundo en aviones.

- ¿Cuánto de autobiográfico hay en tus libros?
-Hasta el momento no he hecho algo autobiográfico. Mis narradores siempre están en primera persona porque siento que los lectores disfrutan más un narrador en primera persona, pero siempre el narrador en primera persona es una combinación de amigos míos. de cómo yo veo a mis amigos, o qué dirían mis amigos si estuvieran en ciertas circunstancias. Siempre son combinaciones raras. Al contrario de García Márquez, que dice que escribe para que lo quieran, yo escribo a pesar de que me quieren. Mis amigos se enojan, porque encuentran cosas que me han contado y yo les he dicho que voy a guardarles el secreto hasta la tumba y luego sale publicado.

- ¿En qué proyecto literario estás comprometido ahora?
- A ver: ya he escrito novelas sobre Ciudad de México, sobre el PRI, ahora tocaría algo sobre los gringos. Trabajo en una historia sobre los gringos. Todos los mexicanos tenemos un asunto con los gringos, siempre son los chivos expiatorios, los malos a los que hay que engañar, de los que nos burlamos pero al mismo tiempo a los que admiramos. Efectivamente, yo me di cuenta de que tenía un asunto con los gringos. Mis dos hermanos nacieron en Estados Unidos y yo soy el único que nació en México, y el único que tiene que estar pidiendo visa en la embajada, mis hermanos son ciudadanos norteamericanos… Ese es mi asunto con los gringos. Así que será una novela de ajuste de cuentas con los gringos donde voy a poner todo eso que los mexicanos pensamos sobre los gringos.

3 de noviembre de 2007

El poeta y el pelotero


N. d R.: El siguiente reportaje fue publicado recientemente en la revista Contrabando de Caracas. Mientras lo hacía no faltaban quienes (incluyendo a colegas) me vieran con cara de magnicidio, como si mi trabajo estuviera empañando injustamente a un prócer: por supuesto, me refiero al champion-bat de la Liga Americana, Magglio Ordóñez, y no a su compadre, Tarek William Saab, gobernador del Estado Anzoátegui.


MAGGLIO, EL HOMBRE DE PODER DE ANZOÁTEGUI


Detrás de la construcción del flamante estadio de Puerto La Cruz, sede de tres
partidos de la Copa América, yace una complicada y casi invisible red de empresas que reúne a familiares y allegados del astro venezolano de las Grandes Ligas, Magglio Ordóñez, a su vez, compadre del gobernador de Anzoátegui, Tarek William Saab.


La Copa América que terminó hace poco más de una quincena tuvo a la ciudad de Puerto La Cruz como una de sus sedes principales. La manera en que ese emporio turístico y petrolero del oriente del país, pero de escaso acervo futbolístico, pudo conseguir tal distinción permanece a la espera de alguien que la narre con detalle. En todo caso, ninguna versión, sea adversa o laudatoria, tendrá cómo negar que ese logro coronó los esfuerzos del gobernador del estado Anzoátegui, Tarek William Saab. De acuerdo a testigos, la presentación que Saab y su equipo desplegaron el 18 de mayo de 2005 para postular a Puerto La Cruz como escenario del certamen ante Eduardo Álvarez, hoy ministro del Deporte; Aristóbulo Istúriz, para la época ministro de Educación y presidente del Comité Organizador; Rafael Esquivel, presidente de la Federación Venezolana de Fútbol; y Oswaldo Narváez, gerente general de la Copa; fue tan profesional y persuasiva que los presentes no sólo acordaron enseguida apoyar su candidatura sino que además, el 2 de agosto de 2005, elevaron oficialmente a la ciudad portuaria a la categoría de sede de la Copa.
Junto a las alusiones a la capacidad instalada de alojamiento hotelero en la ciudad, infraestructura de comunicaciones y un adecuado plan de rehabilitación urbana, la baza más convincente de la presentación estuvo en el proyecto del estadio. No se proponía refaccionar y ampliar el existente estadio «Luis Ramos», sino levantar en su lugar un estadio nuevo por completo que, para subrayar su carácter inédito, cambiaría de nombre para pasar a llamarse «General de División J.A. Anzoátegui».
El proyecto preveía un aforo de 40.000 personas que se completaba con facilidades propias de modernos cosos deportivos: estudio de televisión, sala de exámenes antidopaje, área VIP y auditorio, entre otras. Pero, además, serviría como germen inicial de un complejo deportivo bautizado, cómo no, «Simón Bolívar», con cancha auxiliar de fútbol, velódromo, piscinas olímpicas y un centro de entrenamiento para alta competencia.
Lo que entonces nadie, o acaso muy pocas personas podían saber, era que a cargo de las obras del estadio, que desde la largada correrían contra reloj ante la obligante urgencia de entregarlo listo para la competición en menos de dos años, estaría la empresa Orgar Corporación, una compañía anónima constituida cinco meses antes. El 21 de diciembre de 2004 quedó registrada ante el Registro Mercantil Primero de la Circunscripción Judicial del estado Anzoátegui con un capital de 400 millones de bolívares aportados por dos socios, Dalia Alejandra Millán y Noel David Perfecto, quienes casi dos meses más tarde otorgarían poderes plenos de representación a los ciudadanos Herman García y Emilio Suárez.
Los accionistas del flamante emprendimiento sólo esperaron hasta el 1 de agosto de 2005 –ocho meses desde la creación de la compañía, y víspera de la decisión favorable a Puerto La Cruz por parte del Comité Organizador de la Copa América– para multiplicar por siete el capital inicial y aumentarlo a 3.000 millones de bolívares «dado (sic) las exigencias, requerimientos y desarrollo vertiginoso», alega con sinceridad el acta de la asamblea correspondiente, «del cual ha sido objeto la sociedad mercantil que representan, al igual que con dicho incremento de capital social existe la posibilidad cierta de participar en licitaciones de obras y contratos de gran envergadura, lo cual beneficiaría los ingresos o ganancias propias de la sociedad». Pero las exigencias reales del negocio parecen haber superado al potencial de éxito de la empresa, a juzgar por el hecho de que nada más el 25 de noviembre de 2005, los socios originales, Millán y Perfecto, deciden vender el total de sus acciones a una empresa, Veninpro C.A., controlada por quienes hasta entonces sólo figuraban como apoderados de Orgar Corporación, García y Suárez. O mejor dicho, por quienes la controlarían: la empresa compradora, Veninpro, quedó registrada cinco días después, el 30 de noviembre de 2005, de haberse asentado la transacción compra-venta en documentos.
Algunos de estos nombres, como los de Herman García y Emilio Suárez, así como el apellido Millán, se repiten con frecuencia en una estructura corporativa de compleja trama fractal, que en las páginas siguientes se intentará describir teniendo por pivote un punto en común: se trata de nombres de allegados y familiares del pelotero Magglio Ordóñez.

ORGAR CORPORACIÓN

Por estos días el área metropolitana del norte de Anzoátegui, conformada por las ciudades gemelas de Barcelona –capital del estado– y Puerto La Cruz, hierve de rumores. La reciente ocasión de la Copa América fue motivo para muchas molestias y calamidades que, sin duda, acicatearon entre los habitantes la demanda por cualquier especie que arroje sombras de duda acerca de la organización. La fastuosa inauguración del estadio de fútbol, para la que la gobernación del estado contrató el show del cantante Carlos Vives, alimentó percepciones de derroche que ni siquiera se vieron refutadas por el acto en que el gobernador Saab impuso al artista colombiano la Orden «José Antonio Anzoátegui» en su primera clase. Dos días después del recital se jugó en Puerto La Cruz la tanda doble de partidos prevista para la primera ronda del torneo. Entonces la gente de la zona conurbana tuvo que apretar los dientes para convivir de mala gana con las medidas de seguridad que venían acompañando al fútbol del bueno. Algunas de las avenidas matrices, y entre ellas la avenida Intercomunal renombrada como «Jorge Rodríguez» por Saab, aledaña al estadio, fueron clausuradas. Un convoy de patrulleros motorizados, carros de escolta y ambulancias rodeaba a los autocares de cada una de las selecciones, a cuyo paso se detenía el tránsito. El operativo se repetiría 48 horas después, con el encuentro de cuartos de final entre Brasil y Chile. Y para colmo, en esas horas de malestar, incertidumbre y, sí, excitación por saberse coprotagonistas de un evento de jerarquía hemisférica, los hombres y mujeres de Barcelona-Puerto La Cruz tenían noticias escasas, demasiado escasas, sobre los boletos.
En este clima de zozobra que, por cierto, no le fue ajeno a otras ciudades del resto del país, prosperaron toda clase de versiones cuyas estelas se prolongan hasta hoy y ya consiguen nombrar, cada vez con menos timidez, a Ordóñez, no sólo uno de los superastros venezolanos en las Grandes Ligas sino ídolo local luego de sus temporadas como cadete del béisbol en los Caribes de Anzoátegui. Si se prestaba oídos a los decires en los corrillos políticos y periodísticos, a los que no siempre es fácil darles crédito, se atribuía a Ordóñez y sus socios intenciones a veces tan dispares y excéntricas como la de invertir en una línea de ferries o una planta de asfalto, por ejemplo, o la de hacerse tanto del control accionario de la oncena local, Deportivo Anzoátegui FC, como de la concesión por varios años para el manejo del estadio de fútbol.
Quienes lo conocen y quienes no, suelen tener una imagen beatífica del jardinero derecho de los Tigres de Detroit y, al momento de redactarse esta nota, líder bate de la Liga Americana. Se le reporta como alguien quizás introvertido, pero sin ínfulas, trabajador como ninguno, metódico, afable, y amigo fiel de sus amigos y del bajo perfil. Desde mucho antes de que la responsabilidad social se convirtiera en lema, Ordóñez destaca por obras caritativas que practica con regularidad en Venezuela y Estados Unidos. En Anzoátegui aún se le agradece que haya llegado alguna vez a donar su sueldo de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional a organizaciones benéficas y que en la última campaña que vistió el uniforme de los Caribes, la 2003-2004, desembolsara 80.000 dólares para pagar una póliza de seguros que le permitió jugar pelota de invierno.
Se trata en síntesis de un perfil humano que despierta la admiración de muchos en la región, entre ellos del propio gobernador. En una entrevista concedida a la periodista Mariana Martínez y que el diario Tal Cual de Caracas publicó en septiembre de 2005 bajo el título de «La oda bolivariana», Saab enumera en su galería de ídolos personales a «Juan Sánchez Peláez, Magglio Ordóñez, Silvio Rodríguez, Cristóbal Jiménez, Los Rolling Stones, Bob Dylan, Calamaro, Manu Chao, Robert Redford y Marlon Brando»; una singular mención deportiva en medio de una legión de artistas.
Ciertamente, la conexión entre Saab y Ordóñez muestra expresiones aún más rotundas que esa. El deportista ha acompañado a Saab en jornadas de entrega de donativos y en, al menos, una emisión, la del 13 de enero de 2006, de Tarek rinde cuentas, versión regional de Aló, Presidente que transmiten medios locales de radio y televisión. Pero, además, para ese momento el pelotero ya se había convertido en padrino del hijo menor del gobernador en un acto sacramental que se efectuó en 2005 en la iglesia Catedral de Barcelona. Interrogado por vía telefónica acerca de este y otros hechos que se exponen en el presente reportaje, Saab negó: «¿Cómo? No, no… Yo no me voy a prestar a eso. Ya sé por dónde vienes tú».
El blindaje de afecto colectivo y padrinazgo político de Magglio Ordóñez, la figura, se ha visto de cualquier manera vulnerado por los impactos de algunos acontecimientos que obligaron a ponerle realidad, en el imaginario colectivo, al ciudadano Magglio José Ordóñez Delgado. Una de las menciones públicas pioneras en la región a ese otro costado del jugador sucedió al bloqueo de la avenida Intercomunal de Puerto La Cruz que, en febrero de 2006, por parte de personas que reclamaban el incumplimiento de las promesas supuestamente formuladas por Orgar Corporación para emplear a cientos de habitantes de los deprimidos barrios vecinos al estadio de fútbol.
Por su parte, Ernesto Parequeima, alcalde de El Tigre, estado Anzoátegui, y uno de los más connotados rivales de Saab en el estado, desde las filas del movimiento bolivariano, declaró por vía telefónica en marzo de 2006 a este reportero, que entonces cubría la historia para otro medio, que hace algún tiempo, cuando «el gobernador todavía más o menos me dirigía la palabra», le tocó recibir en la sureña población de San Tomé a Saab y una delegación de empresarios que venían a sopesar las oportunidades de inversión para el rescate del vetusto estadio de béisbol «Patón Carrasquel» de El Tigre. «Entonces lo que vi fue que quien vino fue el señor Magglio Ordóñez en su carácter de empresario, no de jugador. Era él quien, junto a un grupo de personas, hacía la planificación de la obra.» Aunque por momentos la remodelación se vio paralizada y llegó a enfrentar denuncias, voceadas por el concejal de El Tigre, José Brito, sobre supuestos defectos de construcción que fueron descartados mediante un informe de la sección local del Colegio de Ingenieros, la apertura del remozado estadio, ahora con grama artificial y el nuevo nombre de «Enzo Hernández», llegó puntualmente el 28 de octubre de 2006 con un juego entre Águilas del Zulia y Caribes de Anzoátegui, que por primera vez hacían de locales en El Tigre. El contratista responsable de la obra fue Orgar Corporación.

"EN EL NOMBRE DE MAGGLIO ORDÓÑEZ"

Sin embargo, la principal difusora en medios de comunicación de las inversiones de Magglio Ordóñez en el estado y, sobre todo, de las andanzas en el mismo territorio de Herman García Delgado, primo hermano del pelotero, lo fue por un tiempo la periodista Elsy Barrios, desde su columna «Sin máscara». Y lo fue, sí, por un tiempo: hoy ya no escribe para el diario donde entonces publicaba, el tabloide Impacto de Anaco. El periódico cambió de dueño en una operación mercantil que, recogiendo la versión más divulgada en Puerto La Cruz, resumió así la periodista Patricia Poleo en su sección «Factores de Poder» del diario El Nuevo País de Caracas, el pasado 29 de junio de 2007: «Por intermedio del pelotero grandeliga, Magglio Ordóñez, compraron el Diario Impacto, en Anaco, corazón gasífero de Venezuela, por un monto superior a los un mil millones de bolívares (unos $800 mil)… Es de hacer notar que el señor Concepción (N. de R.: anterior propietario del periódico) comenzó una feroz campaña contra el gobernador Saab Halabi, por el mencionado rotativo, cayendo en desgracia lo que lo obligó a negociarlo con su “enviado’… Hoy día este medio está completamente al servicio de quien ayer se erigía como defensor de los derechos humanos (Tarek William Saab Halabi)».
Lo cierto es que tan pronto los nuevos propietarios tomaron control del diario, pusieron en la calle a Barrios. Pero antes de ser despedida dejó anzuelos informativos lo bastante apetitosos para que Herman García los mordiera y saliera de la protección del anonimato. García, primo hermano de Ordóñez como se ha dicho, aparecía en una columna que Barrios redactó en enero de 2006 como un pariente manirroto que sembraba por todo Puerto La Cruz historias a lo mil y una noches de dispendio y lujo. Bien fuese por esa exposición, o quién sabe por cuál otra razón, al día siguiente García se sintió obligado a publicar en el mismo periódico un comunicado donde, además de desmentir a la periodista, puntualizaba que «en ningún momento y en ninguna circunstancia he utilizado el nombre del grandes ligas Magglio Ordóñez».
Como después se verá, en ese mes de enero de 2006 García no la estaba pasando bien. Pero por entonces ya bastaba con saber que tampoco se trataba de la primera vez que Herman García –a veces identificado de maneras equívocas por noticias o fuentes como «Hernán» o «Germán»– se ponía en la situación de pagar públicamente los platos que había roto con dineros de su primo.
En julio de 2005 tuvo que dar la cara por su fallida gestión al frente de la Escuela de Béisbol Menor «Magglio Ordóñez», que tenía y aún conserva por sede al estadio del mismo nombre en Coro, estado Falcón, lar nativo del jugador y su familia. Un importante monto de dinero puso Ordóñez para que se pudiera reinaugurar, el 28 de enero de 2004, día de su trigésimo cumpleaños, el diamante donde dio de niño sus primeros batazos. Pero al cabo de un año los padres de los muchachos enrolados en el vivero de peloteros denunciaban la paralización de la escuela y otras irregularidades que entonces provocaron una advertencia de intervención por parte de la gobernación local. García, quien entonces se presentó ante la corresponsal del diario El Nacional de Caracas, Eva Riera, como agente de Ordóñez, descartó los señalamientos en una entrevista con la reportera. «Yo no voy a ensuciarme por unos millones. Magglio tampoco necesita de eso, y yo tengo lo que quiero porque Magglio me da lo que necesito», fue su argumento central. Hay que decir que hoy la escuela recobró su funcionamiento normal bajo la gerencia de los padres de Magglio Ordóñez.
Resulta necesario establecer el rol protagónico de Herman García –a quien se intentó sin resultado contactar para esta nota– en el reparto de la historia antes de retomar el sinuoso hilo notarial de Orgar Corporación. Para diciembre de 2005, pues, García ya no era sólo apoderado, con Emilio Suárez, de diversas empresas de la misma órbita de contratistas de la gobernación de Anzoátegui, como Constructora La Paciencia C.A. e Inverdanz C.A. –con Daliana Millán García como socia, en vez de Dalia Alejandra Millán García, accionista de Orgar Corporación, ambas damas cuñadas de Magglio Ordóñez; y ambas empresas, constituidas en la misma fecha–; también detentaba la propiedad de Orgar Corporación a través de su control, en idéntica yunta con Suárez, de Veninpro.Pero tan rápido como le vino el éxito, se le escapó.
El 17 de enero de 2006, mientras se ocupaba de publicar su remitido de contestación a Elsy Barrios en el diario Impacto de Anaco, le fueron revocados todos sus poderes en Asamblea de Accionistas. También casi al mismo tiempo se redujo su participación en Veninpro a un ínfimo punto de porcentaje, mientras otra compañía, Vemaproin C.A., tomaba 98 por ciento de la empresa. Y de paso, García desapareció de la vida social de Anzoátegui sin dejar rastro, por cierto.
La debacle de Herman García sobrevino de un modo tan sorprendente y, en apariencia, tan inexplicable como la decisión que tomó el Comité Organizador de la Copa América Venezuela 2007, de confiar la ejecución de una obra de 70.000 millones de bolívares a una empresa con tan sólo ocho meses de existencia. Aunque no es la única asignación importante. Además de otras obras de menor calado, Orgar Corporación ganó una licitación en febrero de 2006 para la construcción del tramo número tres de la prolongación Unare-Píritu de la Autopista de Oriente.

CUÁNDO, DÓNDE Y POR QUÉ INVERTIR EL DINERO

«Puede que la empresa sea relativamente nueva, pero los profesionales no lo son. Aquí todo el que está trabajando tiene al menos 15 años de experiencia en la construcción civil», aseguraba en marzo de 2006 Emilio Suárez, ingeniero él mismo, y de los que procedían del sector de empresas contratistas que servían a la industria petrolera. Además de accionista de sus sociedades, asumió de manera diligente los poderes de representación del virtual conglomerado de empresas Orgar, la conducción operativa del negocio, y su vocería principal. Convicción tampoco le faltó para restarle sustento a las versiones que en el estado Anzoátegui ubicaban el origen de la marca corporativa en la simple combinación de las primeras sílabas de los apellidos de los parientes y hasta hace poco dueto, Ordóñez y García: Or-gar. «No, vale, eso viene de “organización”», despachaba entonces el asunto. «Queríamos llamarla “Corporación Organizativa Anzoátegui”, pero como el nombre ya estaba tomado, le fuimos quitando letras y quedó “Orgar”».
Suárez es también accionista de una empresa anotada en el Registro Mercantil V de la Circunscripción Judicial del Distrito Capital y estado Miranda bajo el nombre de Vemaproin, C.A., la nueva dueña de Veninpro y esta última, a la vez, accionista única de Orgar Corporación.
Vemaproin C.A. se identificó con esta denominación apenas una semana después de constituirse en términos legales como empresa pero bajo el nombre de Orgar Ingeniería, C.A. En otras palabras: conservó su nombre original sólo siete días. Pero tanto con una como con la otra identidad, figuran como autoridades de la Junta Directiva de la compañía Emilio Suárez, presidente, y Dagly Millán de Ordóñez, esposa de Magglio Ordóñez desde 1995, vicepresidenta.
Vemaproin, el otro yo de la prematura difunta, Orgar Ingeniería, es el resultado de la sociedad entre dos accionistas: Emilio Suárez, con un minoritario diez por ciento, y la empresa Vadelim Spain Investments S.L., con sede en la Barcelona catalana, en poder de la porción restante. Según la información visible en el sitio web del Registro Mercantil Central de España, Vadelim Spain Investments S.L. tiene por único accionista a otra persona jurídica, Amicorp de España S.L., y ésta, para concluir la intricada genealogía corporativa de estas empresas que se cuidan de reconocer a su parentela, es propiedad de Amicorp Europe Holding Ltd.
Estas dos últimas empresas, Amicorp de España y su patrona, Amicorp Europe Holding Ltd, coinciden en su denominación con Amicorp Group, una trasnacional de servicios fiduciarios y consultoría corporativa en cuyo folleto de presentación, redactado en idioma inglés y colgado de Internet, destaca una de sus especialidades: Sportsman/Image Rights Structure. «Como hombre del deporte o gerente de un club deportivo, usted se ve forzado a tratar con temas impositivos. Mucha gente del deporte hace su actividad fuera de su país natal. ¿Pudiera usted beneficiarse de un calendario más favorable para sus actividades en el extranjero? ¿Cómo puede manejar usted sus gastos y bonificaciones en una manera más benévola desde el punto de vista de los impuestos? Con el final de una carrera deportiva también surgen ciertas preguntas. ¿Cómo puede usted prepararse para la vida después del deporte profesional? ¿De qué manera puede estructurar ese capital que ha levantado durante su carrera?», intriga la publicación, según una traducción libérrima, para entonces contestar: «Basado en años de experiencia práctica, Amicorp será capaz de explicarle a usted todas las implicaciones relevantes de su situación en materia de impuestos, y de dibujarle una estructura individual».
Recomienda además una ventaja de la filial ibérica, Amicorp de España S.L.: «Las leyes corporativas de España comparten muchas similitudes con las legislaciones de muchos países de América Latina. La amplia red de tratados tributarios con América Latina y el carácter europeo de las ETVE (N. de R.: Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros, figura jurídica contemplada en el régimen corporativo español desde el año 2000), las convierten en un vehículo atractivo para canalizar inversiones de capital hacia América Latina, así como una ruta de salida tributariamente eficiente para capital de inversión europeo por parte de empresas no europeas. Consecuentemente, España no está en ninguna de las listas negras latinoamericanas».
Sin duda, una madeja de implicaciones que ningún espectador debió tener en mente cuando el 4 de julio empezó a correr el balón sobre el césped Bermuda del estadio «José Antonio Anzoátegui» de Puerto La Cruz.